domingo, 9 de noviembre de 2014

De reglas y organizaciones.

En más de una ocasión me he encontrado con personas que se quejan. La lista que expondré es incompleta, esto es sólo una parte de lo que he escuchado, al final del día las personas se quejan de todo, incluyendo, pero no limitando a, lo siguiente:

  1. La incomprensión de sus jodidos padres que no hacen más que tratar de imponerles límites.
  2. Las obtusas autoridades escolares que no los dejan entrar a la escuela sin uniforme, que no los dejan whatsappear en clase, y que no les toman en cuenta los trabajos extemporáneos para su calificación final, o sea, la carga de pinches maestros que los reprueban en las clases que toman.
  3. El eterno problema de estar haciendo una chamba que no les gusta, percibiendo por ella un sueldo que no les alcanza, y lo peor, recibiendo órdenes de un pendejo que no está ni la mitad de calificado que ellos para ejercer ese puesto.
  4. Las ineptas autoridades de este país de mierda que no hacen lo que deben para sacarlos de la pobreza.

Sin afán de imponer mi opinión a ustedes, mis amables lectores, expondré mis confusas ideas acerca de la molestia de la gente, o por lo menos de estos puntos, que para mi son fundamentales.

  1. De este asunto ni hablar, fui hijo así como ahora soy padre y es el cuento de nunca acabar, y a este respecto solo diré una cosa: ¿Desean ser independientes de los límites y reglas que fijan sus padres? Sean entonces independientes en lo económico. Renten un depto. Paguen su luz, su gas, su cable, su celular, su agua. Compren su ropa, sus zapatos, su tele, su lap. Éntrenle con su colegiatura, con sus tacos y con sus chelas, con sus taxis y sus cines, las idas a comer a restaurantes, porque fondas no les gustan. Una vez que logren esto, podrán escoger a su gusto desde la marca de agua purificada que consumen hasta la hora de llegada a casa después de la fiesta. Una vez que logren esto, podrán ser capaces de decidir si lavan los platos y ollas (que por cierto USTEDES utilizan, porque papá come siempre en la calle), le dan una tallada al lavamanos y excusado, o dejan sin tender su cama. ¿Y saben algo? Quizás después de que logren eso, aún tendrán a su padre en el cuello fregando, porque se preocupa por su bienestar y su progreso como persona. Punto.
  2. Vamos por partes… ¿No fueron ustedes los que eligieron esa escuela? Por su prestigio, por el costo muy adecuado, por la cercanía a casa, yo qué se. Y que quede claro, no estoy hablando por necesidad de una escuela particular, también las estatales se eligen (y si no lo hicieron, deberían empezar a hacerlo). Dado que ustedes eligieron la escuela, y puesto que es una ESCUELA, ya deberían saber que les iban a entregar un reglamento que debe ser cumplido, que estipula horas de entrada y de salida, comportamiento dentro y fuera del plantel, requisitos para obtener las calificaciones, etcétera. Vamos, que no es Plutón donde (a lo mejor tampoco allá) puedan hacer lo que les venga en gana, es la escuela donde están cursando estudios. NO se llega tarde, NO se usa el celular en el aula, SI se lleva el uniforme y SI se entregan los trabajos a tiempo. Punto
  3. Este tópico es simplemente una extensión del anterior. En mis casi 26 años de vida laboral, nunca, repito, NUNCA me han ido a buscar a la casa para ofrecerme un trabajo. Siempre he sido yo el que va a solicitarlo, por lo cual aplica lo mismo que en la escuela. Pónganse a chingarle, y demuestren que son más capaces que el jefe para que les den a ustedes su puesto, donde ganarán lo que merecen. Si no, cállense y pónganse a chambear, o renuncien y busquen otro empleo.
  4. Este si es delicado. Al final de la historia, el refrán siempre lo ha dicho: “No le pido a Dios que me dé, nomás que me ponga donde hay”. Todos sabemos que nuestra clase política (de cualquier filiación partidista) es una lacra social. Me queda clarísimo que roban, sobornan, corrompen, atracan, malversan, güevonean, y una larga lista de exquisiteces que todos conocemos. Eso me queda clarísimo. Pero de ahí a que sea culpa exclusiva de ellos nuestra mediocridad como personas, hay un abismo de diferencia. El gobierno no va a resolver sus problemas, mis niños. Hay un remedio para eso, y se llama “trabajo”. Es como tortura, pero con sueldo. Dejen de culpar al gobierno de todos sus males y pónganse a chingarle, no hay de otra. 

En resumen, y dado que está en la naturaleza humana el culpar a otros de todo (antes que hacer un análisis personal, íntimo, del porqué estamos donde estamos) yo he llegado a tres pequeñas conclusiones que les comparto aún cuando no soy capaz de ponerlas en práctica siempre, tal como el resto de ustedes.
  • No te quejes de algo o de alguien si no vas a hacer nada para corregirlo. Calladito te ves más bonito.                     
  • Deja de culpar a los demás de tu “suerte”. Analiza lo que estás haciendo bien y potencialízalo. Deshazte de lo que estás haciendo mal, porque eso es lo que te tiene donde estás.
  • Y por último, acata las reglas o vete. Que no fueron hechas a lo pendejo.

O sea, no vas a jugar basketball con un balón de football americano, y luego culpar al gobierno corrupto de que no se puede encestar, verdad?

He dicho.



domingo, 28 de septiembre de 2014

A lavar, mis hijos!



Consejos profesionales para lavar los trastes.
No se rían que es en serio.
1.- Pongan agua caliente al pocillo donde hicieron la gelatina. De verdad.
2.- Desarmen el vaso de la licuadora para lavarlo, porque el licuado de plátano picante pos nomas no.
3.- Si les caga lavar los cubiertos (como a mi), pónganlos en la tarja mientras lavan todo lo demás. Al terminar, ya casi casi nomas los enjuagan.
4.- Usen una fibra metálica para quitar restos de cereal, arrocitos, sopa, jitomate, etc. que tengan adheridos los platos y las ollas. Hay unas de Stanhome chingonas que no sueltan rebabas y no les arruinan el manicure (si alguno/a vende Stanhome dígame, que ya me hacen falta).
6.- Consígan un ayudante/acompañante, la talacha es dura.
7.- Keywords? Música electrónica.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Acoso Escolar (bullying)


Ayer por la noche en una agradable charla de café con una amiga y su hermano platicábamos acerca de este azote de nuestros días, una plaga bíblica que aqueja a nuestros jóvenes, inicio y final de todos los males habidos y por haber, enorme daño generado por esbirros del demonio…

¿O no?

Veamos. Cuando yo era niño existían también en el salón los compañeritos más altos o más fuertes que tú. También te daban tus coscorrones y te quitaban el dinero o el almuerzo que te mandaba tu mamá. También te decían el famoso “te espero a la salida”. También te aventaban la mochila y te robaban los colores caros que tu mamá te había comprado en Liverpool. Pero al final de la historia también eran niños. Mal orientados pero niños. Nunca he sido partidario del hermoso arte del patín y el trompón, de hecho soy bastante malo para eso, y muy sacón además. Sin embargo eso no fue obstáculo para que me le pusiera al tiro a algún malvado de esos, y en alguna ocasión me batiera en duelo de honor por aquellos colores rotos o la torta robada. Y en un par de ocasiones, organicé a los agredidos y entre varios le pusimos un estate quieto al agresor en cuestión, por medio de una sutil invitación grupal a dejarnos en paz o atenerse a las consecuencias.

“- ¿Quién mató al acosador?
- Fuenteovejuna, señor!”.

Hasta aquí todo normal, hubo acosadores, hubo acosados, algún material escolar roto y uno que otro sandwich pisoteado. Collateral damage, they call it.

¿Han escuchado hablar so far de algún maestro o alguna mamá interviniendo en el hermoso y democrático proceso de partirse la madre por unas tortas? ¿No? Eso pensé. Porque no lo he dicho.
Verán, mi madre resumía su filosofía a ese respecto en dos elegantes y sustantivas frases que citaré a continuación: “De la cárcel te saco pero del hoyo no” y “A la cárcel te iría a sacar, pero en el hospital te quedas por pendejo”. Muy llegadoras las frases, y aunque tenían un dejo de incitación a la violencia irracional, no lo hacían, ya que iban precedidas por la quintaesencia de la convivencia humana: “Nunca pegues primero, pero si te atacan chíngalos”.

Hasta ahí la historia. Creo. Mmm, no, pienso que después de eso debo resaltar que la inmensa mayoría de esos niños crecimos, nos desarrollamos, estudiamos más o menos, hemos sido exitosos o no, algunos han muerto, otros seguimos aquí dando lata, pero de los vivos no conozco a ninguno que hoy por hoy esté aún lamentándose de aquellos días en que era víctima de acoso, o acosador. Todos lo superamos porque fue parte de una hermosa edad y una hermosa época en que jugábamos en la calle con bicicletas, balones de fútbol, bats y pelotas de baseball y otras cosas, pero sobre todo con personas de carne y hueso que nos hacían crecer y madurar, niños y niñas con los que conocimos amistad, amor, desamor, trifulcas, compañerismo, pasión por lo que hacíamos y otras cosas por el estilo. En resumen, conocimos la vida.

Ahora, en el panorama actual, tenemos una tendencia que consiste en tratar de arreglar todos estos asuntos por medio de visitas al terapeuta, pláticas de la mamá con las maestras y directivos de las escuelas, amenazas de ir a la CNDH y cosas por el estilo. Me queda muy claro que son otros tiempos, los escuincles pueden llegar a ser más cargados, más manchados, pero aunque los hay, no son la regla sino la exageración, por lo que seguiré tratando el problema de el acoso como el mismo que existía en mis días. 
Es en ese contexto que me atrevo a decir que las reacciones actuales a un fenómeno que lleva toda la vida existiendo son exageradas y que lejos de ayudar a los chamacos a madurar los convierten en unos seres perennemente dependientes de ayuda externa para solucionar sus problemas, o sea, en unos paralíticos emocionales sin capacidad de responder a los estímulos, ni de resolver problemas personales por su propia iniciativa. No terminamos de entender que la selección natural se encarga de ir depurando a los seres vivos (o seres sociales, en este caso) que no se adaptan a las exigencias que les impone el medio ambiente en el cual se desenvuelven, así como de ir haciendo más capaces a los que si logran dicha adaptación. En otras palabras, los peces grandes se comen a los peces chicos.

El punto al que quiero llegar es el siguiente:

Señora, deje de criar víctimas, quisiera verla yendo a la oficina a ayudar al hijito que no sabe defenderse por si mismo de la compañera bully, ya que usted siempre le resolvió el asunto de la torta robada.                                                                                    
¿Qué hará usted cuando el bully sea el señor del cual depende su permanencia o no en una organización laboral? ¿Qué hará usted cuando el bully sea el nefasto contador que no le quiere recibir sus comprobantes de gastos, y su nene no sepa negociar ni llegar a acuerdos? ¿Ir de nuevo con el director? En el mundo empresarial no es tan fácil ver al director, porque allí el es quién le paga a su nene por trabajar y dar resultados, no usted a ellos por educarlo.

Sintetizo ahora con esto, piénselo.
No incite a la violencia, pero deje al nene resolver sus asuntos, poniendo límites.

He dicho 

sábado, 30 de agosto de 2014

A correr.

 

Lo escribí en la versión anterior del blog, pero es un punto tan medular de mi existencia que debo ponerlo de nuevo.

A mi no me gusta correr. De hecho lo odio. Odio ir a dejar a mi hijo a la escuela a las 6:35 am y de ahí pasarme al parque o a cualquier otra ruta para correr. Odio el frío y la neblina. Odio el moco escurriendo de mi nariz. Odio a los güeyes que sacan a pasear a sus perros sin correa. Odio a los perros sin correa que me persiguen. Odio los tríos de amigos que salen a correr a paso inferior al mío y ocupan todo el ancho de la pista valiéndoles madre que vaya a pasar. Odio al viejito que corre en contrasentido. Odio a la viejita que a sus ¿60? años cubre una mayor distancia y a mayor velocidad que yo.

En fin. La lista podría seguir y seguir, pero me detendré ahí para puntualizar: Lo que más odio de salir a correr, es cuando no salgo.

Verán. Soy un ser totalmente extraño. Mi vida transcurre en una dicotomía perpetua y perfecta, en una extraña separación entre mi total apatía y desapego a todos los asuntos de la vida, y una ansiedad terrible por sobresalir, por no ser “uno más”.

¿Trastorno de personalidad? Quizás. ¿Esquizofrenia? Posible, pero no probable. En apariencia soy el más sociable, el más listo, el más lo que ustedes quieran, pero en mi fuero interno soy dos, un espectro inmóvil, por completo indiferente a todo, apático tanto a causas como a efectos, y a la vez un exigente observador, un crítico acérrimo de mis propias experiencias.

Por lo tanto, la vida se ha transformado en una lucha, una constante pugna entre dos entes: El “no sólo no quiero hacer nada, sino que no hago nada” y el “ya párate a correr cabrón”.

Una vez que esto queda aclarado, sigo con la idea: Odio correr, pero odio más cuando no salgo, porque es entonces el apático, el (absolutamente) indiferente el que toma la decisión, el que con su no hacer obtiene el triunfo, haciendo (obvio) nada.

Salgo a correr porque es la manera que tengo de mantener a raya al tipo de la oscuridad, al sombrío pasajero que anida en mi conciencia, salgo a correr para probar que aunque no se quiere, se puede. Salgo a correr porque tengo miedo de que esa parte oscura de mi interior me alcance, salgo a correr para huir de mi mismo.

Y a veces lo consigo.

Y el resultado me hace feliz.

 

 

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domingo, 24 de agosto de 2014

Espejismos

La naturaleza humana es contradictoria.

Les voy a poner el ejemplo de la amiga con la que me estoy whatsapeando ferozmente. 27 años, no es muy bonita, pero tiene cuerpazo, buena familia, psicóloga, buen trabajo en gobierno, no le sobra el dinero pero vive desahogadamente, muy linda y amable, buena conversadora en español, inglés y francés, con tema de conversación en los tres idiomas. Por si todo esto fuera poco, un openmind digno de aristócrata europea de mitad del siglo XX. Una pinche chulada de vieja, hubiera dicho mi madre.

Obvio no es una santa, pero tiene sus códigos, no anda con más de uno a la vez y es muy capaz de tener relaciones totalmente freelance.

Una vez que se hacen la idea, les platico que está totalmente emberrinchada con un cuate que le lleva trece años, trabajo regular, guapo sí, pero nada espectacular. Y que la ignora casi por completo. Peor todavía, después de mucha insistencia por parte de ella, logró convencerlo de irse a cenar a solas a su casa, un par de vinos, una cosa lleva a la otra… Pues no. El cuate la dejó desvestida y alborotada, ok, no literal, pero casi, él nomás se dedicó a lo suyo, se vistió y con cualquier pretexto se fue. Al cabo de siete minutos.

¿La parte medular?

Ahora me pide consejos de que le va a decir, como le va dar algún presente, a donde lo va a invitar a comer… Cosas todas que el se dedica a despreciar amablemente, vamos, siempre le dice que si pero no le dice cuando.

Pinten la imagen completa. Ella, buen partido, créanme hombres, a cualquiera de ustedes que les dijera “vamos a tener sexo por diversión, y sin compromiso” irían con ella cerrados de ojos. Él, cuarentón, más o menos en todo, iba a poner que haciéndose del rogar, pero no llega ni a eso, la ignora por completo.

Y la otra de necia hasta justificándolo. “Hoy tuvo mucho trabajo, por eso no me llamó”, “Tuvo junta con su jefe, por eso no pudimos ir a comer”, “Fue con su mamá el fin de semana, por eso no salimos”.

Hoy de plano ya le dije: Mija, el interés tiene pies. Ese güey no te busca porque le vales madre. Yo soy hombre y sé de eso. Ya déjalo estar. No te empecines con un espejismo.

Creo que mañana le va a llamar para preguntarle si es cierto.

Recuerden, si no les busca es que no les quiere buscar. Punto.

 

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martes, 19 de agosto de 2014

Todavía te recuerdo hace años, frágil y graciosa, dando cada uno de nosotros hasta la vida por servirte.
¿ Cómo es que ahora esperas atenta la llegada de pastillas y no de flores?

viernes, 15 de agosto de 2014

Déjà vu

A veces, todo lo que fue vuelve a ser.

A veces, en realidad nunca fue.

¿En dónde nos perdimos?

La última vez

Espero que en realidad esta sea la última vez. Me dices que ahora si se te acabó el amor, que ya no confías en mí. Lo peor del asunto es que en esta (última) vez que me lo dices, ya no siento nada. Ni miedo, ni angustia, ni siquiera ganas de romper las cosas.

Creo que estoy curado de tí.

Espero que te vaya muy bien.
Espero no verte más.


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¿Porqué?

¿Porqué alguien desearía escribir acerca de su vida privada, de sus emociones, sensaciones, afectos y desamores? ¿Porqué además hacerlo público?
Hacerlo es exponerse al vendaval de la crítica, porque las personas acostumbramos a juzgar de inmediato los actos de los demás. Hacerlo es abrir el pecho, mostrar la carne y la sangre que hay en nuestro interior, y hacer saber a todos que aún cuando en tu rostro la sonrisa es perenne, hay un trasfondo, un torbellino que crece y se encoge y susurra maldiciones a la par que lanza besos de prostituta a los espectadores que se regocijan de verte morir llorando, clamando por tu madre.

Hacerlo es decir: “Aquí estoy, soy suyo, evapórenme, aniquílenme, desintégrenme”

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Aunque…

Como todo medio escrito, también este puede modelar opiniones, influir, tener ese efecto fantástico con el que el mago logra atraer tu mirada hacia otro lugar completamente diferente de aquel en el que se está desarrollando el truco…


Ahora me ves… O crees verme.

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Curvas enlazadas

Vengo desde Laguna del Volcán en un bonito agarrón con un cuate de un Mercedes, siempre he dicho que no solo cuenta la máquina, sino también...